Smartworking o cómo favorecer un mejor trabajo

Smartworking o cómo favorecer un mejor trabajo
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El smartworking es otra buzzword que se abre paso en el mundo de la empresa, haciendo referencia al método flexible de gestión del trabajo. En un momento en el que las organizaciones, más que nunca, buscan mejorar la eficiencia, aumentar la productividad y retener el mejor talento, el “trabajo inteligente” ofrece una alternativa interesante.

El teletrabajo, que parecía la modalidad preferida por todos los trabajadores para asumir sus responsabilidades después de la pandemia, no se ha materializado como tal. Es cierto que es una forma de trabajar mucho más popular que antes, pero una gran parte de los empleados que tuvieron que abrazar el trabajo remoto para continuar su actividad durante el confinamiento, están volviendo a la oficina.

Y es que el teletrabajo como tal no ofrece una respuesta óptima a las necesidades de todas las personas. Ya sea a tiempo parcial o a jornada completa, es la alternativa preferida para algunos perfiles, pero no para otros; y sobre todo, no lo para una gran parte de sectores y negocios. ¿Por qué se popularizó tanto entonces? En primer lugar, por necesidad: hubo un momento en el que era eso o nada. Y en segundo, y quizá más importante, por la flexibilidad que aporta.

Esa es la clave del trabajo del futuro: la flexibilidad. Y el smartworking no es sino una forma de llamar a la gestión del trabajo basada en la flexibilidad, para posibilitarla a todas las personas de la empresa y no solo evitando que repercuta de forma negativa en el conjunto de la empresa, sino tratando de que sea justo lo contrario; que lo haga de forma positiva.

Una mayor flexibilidad es sinónimo de conciliación con la vida personal y, por tanto, de atracción y retención del talento. Pero el smartworking implica que la flexibilidad de un recurso no vaya en detrimento de otro; es decir, que por el hecho de que un perfil trabaje en remoto no se pida a otro que se adapte a esa situación o que haya que eliminar ciertos procesos que no es posible realizar de forma no presencial.

El smartworking ofrece unas condiciones adaptadas a las necesidades de cada persona trabajadora, con la complejidad que supone adaptar el trabajo a distintas localizaciones, horarios, situaciones personales o tareas. Y la cuestión se torna aún más compleja cuando se deben cuadrar todas esas situaciones entre sí. La respuesta a eso es, en primer lugar, organizacional; y en segundo lugar, tecnológica.

Las herramientas digitales suponen una ventaja a la hora de mejorar el rendimiento de los profesionales, pero lo son aún más si se necesitan usar en cualquier momento y lugar. Por eso, no se trata solo de gestionar el teletrabajo; sino de gestionar el trabajo en remoto: flexibilidad horaria, libertad geográfica, autonomía laboral, herramientas colaborativas, adaptación de tareas, equipos multidisciplinares, fomento de la diversidad, desarrollo de la movilidad, conectividad, ciberseguridad…

Con parte del equipo trabajando de forma remota en algún momento, los espacios de trabajo también deben transformarse para ofrecer un valor añadido:

  • Oficinas saludables, que protejan la salud de las personas, mejoren su estado físico y mental, impulsen sus funciones cognitivas, etc.
  • Espacios ecológicos, que aporten en la tarea compartida de proteger el medio ambiente y mejorar la imagen corporativa.
  • Lugares flexibles, que fomenten la colaboración, permitan nuevas formas de comunicación y distintos usos.

Fácil no es. El smartworking requiere estrategia, recursos y, quizá, obras en la oficina o búsqueda de nuevos espacios. Pero se puede ir avanzando de forma paulatina hacia el escenario ideal, sobre todo, teniendo en cuenta los importantes beneficios que ofrece a las organizaciones.

  1. Atracción y retención de talento, ahora que resulta complicado cubrir los perfiles más demandados. Los mejores profesionales buscan flexibilidad, trabajo ágil, colaboración y aprendizaje continuo.
  2. Reducción de costes, ya que una buena organización posibilita reducir los espacios de trabajo y, por tanto, importes de alquiler o compra. Además, eliminando la necesidad del presencialismo, las instalaciones pueden no requerir una localización en zonas de alta demanda.
  3. Incremento de la productividad, porque un trabajador feliz está más motivado. En consecuencia, trabaja mejor, aprovechando sus momentos de mayor productividad en el entorno donde mejor puede desarrollar su labor.
  4. Beneficios asociados de procesos necesarios para crear el smartworking; como pueden ser los de la diversidad (generación de conocimiento, incremento de la creatividad, imagen de marca…) o la digitalización (optimización de tareas, automatización de procesos, seguridad de los datos…).

 

El trabajo de hoy en día, mucho menos el del futuro, no es presencial; pero tampoco es a distancia. Debe ser, por encima de todo, flexible y adaptado: se alcance como se alcance; con trabajo remoto, híbrido, presencial clásico, a turnos… La respuesta está en tu propia organización y tus colaboradores.