El fantasma de Semmelweis

El fantasma de Semmelweis
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¿Alguna vez se te ha aparecido un fantasma? A nosotros sí, y de forma más habitual de la que se pueda pensar. Se trata del fantasma de Semmelweis y estamos tan habituados, que lo contamos siempre que tenemos ocasión.

Este fantasma es muy poco común. En primer lugar, porque no es un fantasma que dé miedo; todo lo contrario. Pero también porque tiene todas las cosas buenas de los fantasmas: se manifiesta en momentos clave, nos recuerda cosas que no debemos olvidar…

Ignác Semmelweis fue un médico húngaro, conocido como “el salvador de madres” por haber creado los procedimientos antisépticos. Posiblemente hayas oído hablar de él; o al menos, del método que ha salvado millones de vidas desde el siglo XIX. Seguro que, además, utilizas ese mismo método en tu vida diaria.

Semmelweis trabajaba en un hospital, en el que, entre otras cosas, atendía partos. En esta época 1 de cada 3 mujeres fallecía por la fiebre puerperal (una inflamación tras el parto), que obviamente preocupaba al doctor.

Gracias a la metodología de Semmelwais, las mujeres fallecidas por esta dolencia pasaron a ser sólo 1 de cada 100. Pero a pesar de este rotundo éxito, la comunidad médica no se lo acabó de creer. Al parecer, un resultado tan abrumador, no podía ser posible con una técnica tan sencilla.

En la Viena de 1847, éste médico propuso algo tan simple como lavarse las manos cuidadosamente antes de atender los partos, publicando su investigación y proponiendo medidas para controlar la fiebre puerperal en una obra de 1861.

El gran hándicap de Semmelweis fue que no consiguió explicar teóricamente lo que había logrado demostrar empíricamente; razón de más para ser rechazado por la comunidad científica y médica de la época. Esto lo llevó a ser aislado también por la sociedad en general, lo que lo sumió en una depresión que propició su internamiento mediante engaños en un centro para enfermos mentales; donde murió con 47 años en 1865.

Lo curioso del caso, es que 20 años más tarde, Louis Pasteur confirmó la validez del método de Semmelweis con su teoría de los gérmenes como causantes de enfermedad. De este modo teorizó, demostró y explicó lo que decía el médico húngaro.

La metodología que usó Semmelweis para salvar tantas vidas, fue la higiene. Algo que hoy damos por hecho, pero no siempre es así…

Al igual que sus coetáneos, aún hoy, hay quien duda de que unas minúsculas partículas y una cantidad de materia casi invisible pueda causar daños tan elevados en la salud de las personas.  Es por eso que en nuestro día a día, salvando las distancias, nos encontramos con demasiada frecuencia con el fantasma de Semmelwais. Un fantasma que nos recuerda que, a veces, existe un cierto rechazo al conocimiento nuevo porque contradice principios ya establecidos y por ello, son rechazados e incluso, hasta ridiculizados.

Pero la realidad es la que es.

Un estudio de Kimberly Clark dice que el 40% de los costes derivados del absentismo laboral, tiene su origen en resfriados comunes y en gripes. Y además, establece que una higiene adecuada en los centros de trabajo podría reducir en un 80% las bajas laborales por estos factores.

Cuando desde nuestra consultoría explicamos que una adecuada higiene hace que el absentismo laboral se reduzca; todavía hay gente que nos mira con cara de incredulidad. En ese momento solemos decir que se nos aparece el fantasma de Semmelweis.

En Rivera sabemos que un análisis de los lugares donde se depositan más bacterias dentro de un centro de trabajo, una evaluación de dónde pueden crearse infecciones y el establecimiento de un procedimiento de limpieza que haga que esas infecciones no proliferen para que la gente esté sana; hace que mejore su bienestar en todos los sentidos, mejorando también su productividad.

Tras varias publicaciones difundiendo resultados y demostrando que el lavado de manos exhaustivo por parte de los obstetras reducía la mortalidad, muchos médicos se sintieron atacados, al considerarse responsables de tantas muertes. Pero Semmelweis, no cejó en su empeño y años más tarde, el ritual fue adoptado por todos los médicos del mundo gracias a las investigaciones de Pasteur y las metodologías de Lister; ambos siguiendo los pasos del pionero.

Gracias Ignác Semmelweis.