Los problemas del mal olor, más allá de las molestias

Los problemas del mal olor, más allá de las molestias
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Un mal olor puede hacer que los ocupantes de una habitación se sientan incómodos. Incluso en niveles muy bajos, el olor desagradable empeora el entorno y reduce el tiempo de permanencia de los ocupantes en un espacio. Esto, que puede resultar una obviedad, es un factor importante de bienestar para muchos grupos de población habituales en residencias de mayores, hoteles y centros educativos. Y lo es, también, en oficinas y centros comerciales.

Las cuestiones relacionadas con el mal olor están presentes en cualquier estrategia que incluya un protocolo de limpieza. El problema es que, habitualmente, se trata de solucionar aplicando algún tipo de fragancia. O, en el peor de los casos, se intenta simplemente enmascarar sin ejecutar una correcta limpieza y/o desinfección del espacio en cuestión.

Muchos productos de limpieza incorporan una fragancia. Los productos de limpieza con químicos, generalmente, tienen unas formulaciones base con un olor muy fuerte, por lo que se suele utilizar una fragancia para “desviar la atención”. Esto que a priori pudiera parecer que hace el producto más atractivo, en realidad es un punto en contra de estos artículos que, en muchas ocasiones, incorporan elementos dañinos para la salud.

Por eso no podemos confundir una fragancia que puede resultar agradable con una limpieza efectiva (aquella que protege la salud de las personas). Lo natural es que no haya fragancias ni olores químicos y artificiales: eso es, realmente, el buen olor.

Para no errar, debemos saber distinguir entre aromas o, en su defecto, conocer de forma experta los compuestos del producto de limpieza. Pero esto es sumamente complicado en muchas ocasiones. De hecho, dado que la fragancia de un producto puede ayudar a respaldar afirmaciones de eficacia del mismo, aunque esto sea incierto; es un recurso muy utilizado por muchos fabricantes. Por ejemplo, un olor cítrico en productos de limpieza se suele identificar como más efectivo que un aroma dulce; cuando no es así. De nuevo, la ausencia de olores artificiales es siempre mejor opción que cualquier fragancia añadida.

Estos problemas los podemos evitar con productos naturales con productos de limpieza con Ecolabel. A más, un protocolo de limpieza con Ecolabel va a garantizar siempre el uso de este tipo de productos, así como unas rutinas de limpieza testadas y acreditadas como Best in Class a nivel de acabado, salud, bienestar y sostenibilidad.

Este tipo de productos y servicios de limpieza tienen la ventaja adicional de ofrecer un aroma suave y agradable, sin fragancias añadidas: olor a limpio de verdad. Pero no de una forma añadida, sino como una mera consecuencia de un entorno limpio, higiénico y saludable. La fragancia residual tras el proceso de limpieza es muy importante porque, además de eliminar el mal olor, aumenta la sensación de bienestar y seguridad entre las personas que ocupan ese espacio. Porque el mal olor siempre es una señal de alarma para la salud: entre otros, puede deberse a la presencia de bacterias u hongos, o a la falta de ventilación adecuada, por ejemplo.

Además, luchar contra el mal olor es incrementar el atractivo de un espacio e, incluso, los procesos que se llevan a cabo en el mismo. En algunos casos, esos procesos pueden ser de extrema importancia, por lo que conviene tener esta cuestión en cuenta. Por ejemplo, la importancia de lavarse las manos con agua y jabón ha sido resaltada en muchas ocasiones para proteger la salud de las personas; y sabemos que un baño sin mal olor y un jabón sin fragancias artificiales son capaces de incentivar un mejor lavado de manos (principalmente entre niños y jóvenes). Lo contrario, que es más común de lo deseable, es el “ruido” de olores que podemos detectar en un concurrido baño público poco atendido. ¿Te tomas el tiempo necesario para lavarte las manos en un entorno así? Probablemente, no.

La mejor manera para que los propietarios, directores y ocupantes de los edificios piensen en la fragancia adecuada para su espacio, debe comenzar por una base de limpieza. Una buena ventilación, fontanería en buen estado, protocolo de limpieza correcto y pocos tejidos absorbentes (algodón, franela, felpa…) son medidas contra el mal olor.

Otra razón para huir de fragancias artificiales añadidas, habitualmente mediante químicos, es el gusto personal. Efectivamente, cada cual tiene sus gustos. El acto de oler activamente fragancias es muy subjetivo en su naturaleza, porque es imposible alejarse de una fragancia para analizar su calidad y carácter dejando de lado los sentimientos personales hacia ella. Esto se debe al bulbo olfatorio, la parte de la nariz que capta las moléculas del olor, que tiene una conexión directa con el sistema límbico del cerebro (el responsable de la afectividad que respalda funciones como la emoción, la motivación o la memoria a largo plazo).

Así, si estás pensando en elegir entre un olor floral o uno más afrutado para un espacio, elegirás un gusto muy particular que está influenciado por emociones y recuerdos. He aquí otro punto a favor para los productos y servicios sin fragancia añadida: el “olor a limpio”, más compensado, agradable y efectivo, es una apuesta mucho más segura y objetiva.

Eliminar los malos olores no solo es hacer un espacio más agradable. Precisamente, esa estrecha conexión entre la nariz y el cerebro, hace que las fragancias afecten de manera psicológica y fisiológica a las personas. La estimulación olfativa puede modificar la presión arterial, la tensión muscular, la frecuencia cardíaca y la temperatura corporal. Si bien no se ha podido demostrar qué olores son los más efectivos para cada necesidad, la apuesta más segura es, de nuevo, la más sencilla: una limpieza de calidad que deja buen olor, elimina la suciedad y suprime los patógenos, sin fragancias añadidas ni olores químicos o perfumes exagerados.

Incluso el olor a lavanda, que es identificado como el favorito de muchas personas, es detestado por otras. Y, aunque siempre se ha asociado a la relajación, los estudios no acaban de determinar esa conexión. Al final, la complejidad y la historia de la persona que huele el olor tiene un efecto muy importante en los resultados. ¿Para qué jugársela con un olor añadido de forma artificial? Teniendo en cuenta que, además, puede resultar nocivo para la salud o el bienestar de las personas, no tiene ningún sentido.

Se sabe que los olores pueden vigorizar, relajar, ayudar a la concentrarse, reducir la fatiga e, incluso, rebajar la sensación de dolor. Pero no es una ciencia exacta por la alta carga emocional que puede tener cada aroma para cada persona. Lo que sí se puede hacer es crear un entorno más agradable para la mayoría de las personas, y seguro para todas. Un entorno natural, sin trampas ni disfraces olfativos.

Un buen olor ayuda a que las personas se queden más tiempo en tu negocio. A tener una experiencia positiva en él y marcharse con recuerdos positivos reforzados del espacio y de lo que sucedió allí. La importancia del olfato no debe ser subestimada, como no debe subestimarse tampoco el valor de la limpieza, la higiene y, en definitiva, la salud y el bienestar.